domingo, 6 de noviembre de 2011

ARTESANÍA MARAGATA: ZUECOS

Artesanía

La artesanía maragata y cepedana mantienen unos rasgos que permite establecer diferencias entre ambas zonas. La Cepeda va a notar el fuerte influjo de la Montaña, mientras que La Maragatería está condicionada por las peculiares formas de vida de sus habitantes. Sin embargo, podemos establecer algunas características que nos introducen en el interesante mundo de la cultura material popular de esta comarca.

La indumentaria de los habitantes de la Maragatería va a mostrar una gran riqueza en prendas y elementos decorativos, mientras que en La Cepeda muestra una mayor sobriedad en este apartado. La mujer maragata utiliza un gran número de tocados. Las tocas, conocidas como “sobarbos”, “rebozos” y “velos”, se confeccionan con telas finas y son de gran complejidad, aunque también podían utilizar cofias, redecillas y pañuelos. Para el busto, sobre los camisos de lino vestían sayuelos de paño con los puños bordados y atados con cordones de seda. A modo de falda, sobre un rodo de blanqueta se ponían un mandil encarnado. Como faja se utilizaba el orillo, de lana o estambre. Otros elementos son las “fachas”, con flecos, siendo un mandil estrecho, o los mantillos, mandil ancho y delantero. Los zapatos, los escarpines y las galochas destacan como principales calzados sobre las medias. Como sobretodo, vestían la “frisa” de lana, una manta larga que llega hasta las rodillas, o la “facha de cubrir”, de similares características. Por su parte, el hombre maragato se toca con montera. Para el busto, utiliza numerosas prendas como las camisas de lienzo, las almillas oscuras, chaquetas ajustadas sin cuello ni solapa y con el escote redondeado, de paño, o los armadores de distintos colores. También era frecuente el uso del coleto de piel sin mangas. Para debajo de la cintura, antiguamente se usaban “valones”, unos calzones abombados hasta las rodillas, o simplemente calzones, sujetos mediante un ancho cinturón de cuero. Como prenda de abrigo destacan las anguarinas, gabanes largos y amplios sin entallar, con las mangas cortas y sin cuello, o las capas. El calzado, sobre medias de lana y calcetas de lino, se compone de zapatos, galochas o madreñas de madera, y abarcas de cuero. También son frecuentes los zuecos de cuero con la suela de madera.

En La Cepeda el vestido tradicional no ofrece tanta riqueza. La mujer se toca con cofias, pañuelos o monteras, mientras que cubre el busto con sayuelos oscuros sobre los que viste un justillo y dengue, o un pañuelo sobre los hombros. A modo de falda, utiliza el ruedo o el manteo, ambos de paño, y un orillo similar al maragato. Su calzado se compone principalmente de zapatos, escarpines, zuecos y galochas sobre medias. El hombre, de nuevo, se muestra igual de sobrio en sus vestiduras, tocándose con montera y cubriendo su busto con la jubona, similar al jubón, y un chaleco. A modo de pantalón, empleaba las “ataqueras”, muy parecidas a los calzones, y como prenda de abrigo, las anguarinas. En cuanto a su calzado, es prácticamente similar al empleado por el hombre maragato.

La joyería también presenta diferencias. En La Maragatería encontramos gran variedad y riqueza, destacando los collares de coral con piezas de plata, muy grandes y pesados, las “arracadas” o pendientes y los rosarios de azabache. La joyería cepedana es más escasa, siendo dignas de mención las pequeñas gargantillas y las medallas de plata.

Dentro de los instrumentos de trabajo, tenemos que referirnos con especial insistencia a los carros, utilizados para el transporte, de importancia capital para el maragato. La versión más antigua se corresponde con el llamado “carro chillón”, con rueda compacta de madera hoy sustituida por la de radios. Se compone de una pértiga montada sobre el eje. Sobre ella se sitúa la caja, que puede ser de varillas, tablas juntas, o de “varillones”, tablas separadas. Para uncir los animales de tiro se emplea el yugo, que se sujeta a los animales mediante un conjunto de tiras anchas de cuero conocidas como “cornales”. El carro se arrastra mediante el “sobeo”, una tira de cuero que une yugo y pértiga. Pero el yugo también dispone de una “trasga”, una anilla en la que se ataba el cabo de la “tiba”. La “tiba” era el arado de madera empleado para labrar la tierra. Pero también podría establecerse un interesante catálogo de herramientas empleadas en las labores agrícolas aún visibles en muchos pueblos maragatos y cepedanos. Algunos de estos instrumentos empleados en el trabajo de la tierra son la guadaña, la hoz y el hocín, para la siega; el trillo, para trillar; la “forqueta”, de madera y con dos dientes, para trillar y dar la vuelta al cereal; las cribas y “cerandas”, compuestas por una piel con agujeros para cribar el cereal; o los “roderones”, tablones con púas y timón para romper los terrones de tierra.

La artesanía que ha destacado por encima de las demás y que, hoy en día, se mantiene con gran fuerza sin perder sus formas tradicionales, es la textil, especialmente la maragata. Las principales materias primas de esta industria son la lana y el lino. La lana, una vez que se ha esquilado, se desmonta y lava eliminando sus impurezas. La fase posterior en su tratamiento consiste en el seleccionado y pelado para dividir la lana según calidades de la misma. Por último se carda, es decir, se alisa, desenreda y limpia, con cardas o cepillos de punta de hierro. El lino, por su parte, sufre en su tratamiento diferentes fases: 1) “Enriado”, inmersión en una corriente de agua para que los tallos fermenten y se desprenda con mayor facilidad la corteza. 2) “Machado”, el lino se golpea con una maza, para quebrar la corteza lechosa. 3) “Aspao”, para desprender las impurezas. 4) “Rastrillado”, última fase antes de proceder a su cardado.

Después de este proceso, se obtendría el hilo tanto de la lana como del lino. Posteriormente se prepara la urdimbre de lana mediante un “casillar” o “urdidor”, que ya pasa al telar. Mediante un “canillero” o “torno” se prepara la “trama”, con lo que se obtienen las “canillas”. La siguiente fase consiste en la tejeduría propiamente dicha, con la que se consiguen elaborar mantas, alforjas, cobertores, siendo uno muy típico el de pelo sacado con cardo vegetal, o las cortinas, entre otros productos, destacando como centro productor Val de San Lorenzo. Finalmente, estas piezas se abatanan en el batán, y se cardan y tiran con perchas de cardo vegetal, para obtener la anchura deseada y una superficie uniforme. El lino, después de su hilado y blanqueado, se introduce en el telar para confeccionar la ropa y los elementos necesarios de la casa, mientras que con la estopa se fabrican las telas necesarias para las faenas agropecuarias.

Para los tintes, mediante productos naturales se obtenían interesantes colores como el morado, el verde o el negro entre otros, mediante la introducción de las madejas de hilo en recipientes donde se preparaban estos tintes. Con ellos, se decoraban las telas componiendo iniciales de los propietarios de las mantas, listas paralelas de colores o fitoformes.

El mobiliario, tanto maragato como cepedano, no reviste especiales peculiaridades respecto al de otras comarcas leonesas. Destacan los escaños, las alacenas o las arcas de madera que, en muchos casos, podían disponer de una profusa decoración, ya fuese en bajo o en altorrelieve. En hierro, son de especial interés las estanterías en las cocinas, o las complejas cabeceras de las camas, de nuevo destacables por sus motivos decorativos.

La forja de la comarca también adquiere una intensa e interesante actividad, ya que se elaboran interesantes productos. Por ejemplo, para uso doméstico, destacan las navajas y cuchillos, las cerraduras, bocallaves y llaves, las rejas, en las puertas los cuarterones y los clavos, o las lámparas, cabeceros de las camas y estanterías a los que ya nos hemos referido. Para adorno personal, encontramos una gran riqueza de elementos de joyería. Por citar algunos ejemplos, las “collaradas”, collares elaborados con gruesos corales y con piezas de filigrana; los pendientes, de plata dorada, siendo frecuentemente una gran bola con filigrana con colgantes; también los pendientes de bronce, de filigrana e incluso labrados, siendo generalmente un semicírculo grande con piedras de cristal rojas o verdes. Con un uso que podríamos calificar de religioso, mencionaremos los relicarios y las cruces – relicarios. Los primeros son de plata o de cobre dorado o plateado, que ha sido grabado y cincelado. Sus formas son muy variadas y su contenido diverso, destacando las reliquias y las estampas. Además, pueden estar decorados con múltiples adornos como cordones, filigrana, crestería... Las cruces – relicarios se caracterizan por su contenido, siendo lo más normal que se trata de un “lignum vía”.

En cuanto a otras formas de trabajo tradicional aun persistentes, hemos de aludir a los trabajos en madera. Así, con madera de aliso y con hachas, barrenos y yegras, se obtiene de un tronco cortado en dos trozos, a los que se da una forma inicial, para posteriormente alisarse y vaciarse, las galochas, que podían decorarse. Con madera de urz, de boj o de morera se obtienen instrumentos musicales como los tambores, flautas o castañuelas, también decorados. La lista de objetos realizados en madera sería interminable, ya que también podríamos referirnos a los numerosos enseres domésticos fabricados con maderas de urz, de sabugueiro, de nogal o cerezo, como los cubiertos, los morteros o los cuencos.

Por último, hacer referencia a la elaboración de productos alfareros y de cestería, siempre para obtener recipientes. En la cestería, mediante el entramado vegetal, mimbre principalmente, se realizan cestos, escriños, serones, canastos... Mientras que el trabajo con el torno proporciona elementos de numerosas formas, siendo de pasta refractaria y con colores obtenidos con óxidos difuminados.

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